domingo, 16 de agosto de 2009

El derecho a la Contemporaneidad

...Algunas reflexiones de Medina en una polémica que sostuvo con Teresa del Conde, trinchera fundamental del sector regresivo en nuestro país...
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Se que algunos de mis amigos pintores ven mi opinión en el sentido de que la pintura ha perdido el rol protagónico y decisivo que tuvo en la cultura moderna como otro gesto autoritario de los críticos. Sin embargo, creo que al menos podrán concordar en que hay una diferencia radical entre las actitudes anti-pintura de la vanguardia, y la marginación del discurso pictórico en el arte contemporáneo. Una cosa es proponerse, como Rodchenko, Jorn, Pollock, Siqueiros o Spoerri, torturar hasta matar a la pintura de caballete, para entonces salvarla de un modo transformado. Otra cosa es tener que lidiar con la deflación, pérdida de tensión y desplazamiento de la pintura en la cultura actual.
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Cuadros seguirá habiendo (supongo) mientras persista la norma arquitectónica occidental de tener paredes planas. Pero mientras que hacia 1910-1955 en la pintura se dirimía la relación entre estética, cultura y sociedad industrial, hoy un cuadro adquiere importancia por distorsión o por excepción. Amar la pintura es esperar esos casos excepcionales y desembarazarse del resto.
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Pero, ¿se puede ser fiel a la complejidad de la tradición intelectual que generó el arte moderno y su crítica, empecinándonos en defender a priori el privilegio del óleo, la paleta y el pincel? En la mayoría de los casos ocurre exactamente lo contrario: la pintura profesional usual declama su superioridad sin establecer un diálogo con su debate modernista. Por eso se identifica con los "fundamentalismos": su purismo es una reacción de angustia ante la erosión irremediable de la modernización.
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